martes, 12 de febrero de 2013

Gobernanza o gobernabilidad

La gobernabilidad es la necesidad de hacer viable el ejercicio de gobierno de un pueblo, lo que requiere una  estabilidad minima para  decidir y ejecutar con rapidez las medidas precisas para conducir a una sociedad. La gobernabilidad en gran medida justifica los medios de esa estabilidad politica, encubrir la corrupción y la amoralidad sistemica puede ser entendida como un acto de responsabilidad, porque reduce la inestabilidad del modelo de democracia y de Estado que estamos viviendo.
El terremoto de desprestigio de todas las instituciones del Estado (magistratura, monarquia, parlamento que veta iniciativas populares) y de la "vieja" sociedad civil (partidos politicos, organizaciones patronales y sindicales, "universidades", Ongs, etc.), hace que se produzca una quiebra de la legitimidad misma de la idea de gobernabilidad.

Al minar los servicios que garantizaba el Estado de derecho de los acuerdos de la transición,  y la legitimidad que esgrimia como el fruto culmén y sacro de la historia y al síntesis contemporanea, el derecho mismo del Estado se deslegitima, se derrumba.
El reciente rechazo a la propuesta legislativa popular de dación en pago se justifica por parte del gobierno bajo los principios de la gobernabilidad: daria mal ejemplo y pondría en riesgo a la banca. Pero esta postura de responsabilidad lo que hace es extremizar aun más a una parte creciente de la sociedad que siente que la estabilidad es una escusa para conservar no solo el orden, sino los privilegios de la elites extractivas. Los conservadores encarnan el esperpento, los revolucionarios una esperanza.

En este escenario el caos social es un riesgo cierto.  Y a esto se agarran los conservadores para defender lo indefendible. Las instituciones del Estado, que se encastillan en su responsabilidad de estabilidad institucional, están recurrente y deliberadamente evitando la necesaria evolución de un modelo de democracia y de gobierno obsoleto, desprestigiado y vergonzante.

La gobernanza es un camino, no una revolución, un senda de democratización y de transparencia, de deconstrucción de un modelo obsoleto, y desbordado, y al tiempo de avance hacia modelos de mayor corresponsabilidad y participación ciudadana. Desmontar las actuales instituciones (ya se están derrumbando) para levantar nuevas prácticas. Más esto requiere afrontar sin miedo y con capacidad de emprendimiento una reforma de la Constitución que no debe esperar mucho tiempo.


Si nos fuéramos al extremo opuesto al actual modelo "institucional",  asimilable a un sistema asambleario,  la mayoría estaríamos de acuerdo, que en la práctica es un referente absolutamente ingobernable.  Nos lo demuestran los recurrentes conflictos y confrontaciones que se producen entre los movimientos de la izquierda más radical.  Lo asambleario imposibilita la gobernabilidad de la izquierda, cuando más la de un modelo de gobierno-país.  Hay términos medios,  pero el apego a la estabilidad y el miedo al caos, impiden abordar reformas profundas en tiempo y forma. Evitar una reforma profunda es contribuir a una espiral de extremización entre los revolucionarios (que crecen en numero con la erosion del Estado de derechos ) y los defensores de un modelo descompuesto (que se apiñan entre las elites extractivas conservadoras).

Hay miedo al caos, a la inseguridad jurídica, y ciertamente y para mucho, la evidencia de una perdida de privilegios que consideraban sagrados, e intrinsecos a su estatus.  Pero antes de llegar a la anarquia o al fascismo, aun hay muchos peldaños de caída, desde los que reconstruir las instituciones, y reconstruir la ciudadanía misma.

El consenso sobre las bases de gobernanza para reconstruir la constitución y las instituciones es dificil en un pais abruptamente dividido, en el que el centro politico esta mayoritariamente integrado por desapegados equidistantes, no por mediadores comprometidos. Además, en este momento la posición del centro institucional, los moderados, ya no sirve, porque el Estado mismo encarna una deriva conservadora.

Pero sin un amplio consenso, inimaginable en este momento, el camino inevitable de destrucción de la legitimidad del Estado y las Instituciones conduce, una vez más terrible fantasma de la recurrencia historica,  a un conflicto civil. La sociedad española esta tan dividida que el consenso para una profundisima reforma constitucional parece inviable.

En lo que si hay amplio consenso es en la necesidad de emprendedores, personas que frente a la crisis, sean capaces de asumir riesgos personales y colectivos, para crear nuevas empresas.   ¿Y por que no emprendedores politicos que nos ayuden a avanzar hacia una mayor gobernanza?. Necesitamos fluidez, riesgo y creatividad para pasar de un estado en descomposición a un Estado en regeneración. El punto de equilibrio es dificil.

Ninguna de las instituciones del Estado y de la Sociedad Civil se libra del desprestigio, como ninguna persona nos libramos de él, porque en mayor o menor medida somos corresponsables.  La mayoría lo somos en muy pequeña medida, y tanto menor cuanto menos responsabilidad hayamos asumidos en nuestros trabajos.   El desentendimiento de responsabilidades nos salva a muchos, pero no es este desapego de la politica la solución. La gobernanza necesita corresponsabilidad creciente de un numero creciente de personas.   A mayor responsabilidad, especialmente si es sin retribuir, seria razonable que mayor fuera la capacidad decisoria de los ciudadanos.  Este es el principio de la gobernanza-corresponsable. Y en este sentido debe enfocarse la inevitable reforma de la Constitución y de las Instituciones.  El 50% de la soberania debe radicar directamente en el pueblo, no en sus representantes, que se erigen en vacas sagradas y en elites extractivas. 50% de las bases del nuevo sistema deben ser de participación directa, sea via voto directo en los procesos legislativos, o mediante participación presencial en los procesos de gobierno local.

Mi posición es profundamente revolucionaria en lo institucional, pero desde una centralidad que entienda que podemos y debemos caber todos. Tanto la izquierda como la derecha tenemos en España mentalidad de cuco, de quedarnos con el nido iberico para gobernarlo a nuestro antojo. Esta escisión es difícil de restañar, sin perdón y sin ensayar un mestizaje profundo no hay posibilidad alguna de reconstrucción.  Y en este punto creo que un cristianismo de izquierdas podría ser un minimo común multiplo, o un máximo común multiplicador. Una profunda reforma de la iglesia puede ser una via para avanzar en este camino que desde dentro no podremos jamas ya resolver.

PD. El siglo XIX y el siglo XX no han dado vencedores claros, o incluso ha dado demasiado peso historico, a las fuerzas conservadoras y reaccionarias, tal vez como causa de los excesos e intransigencias por parte de los vectores revolucionarios y progresistas.  Y no lo digo desde la   equidistancia: mi posición politica es claramente de izquierdas, aunque las doctrinas de la santa madre izquierda no lo acepten.



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