Esta tardía modernidad, que muchos pensamos ha entrado en contradicciones irresolubles, va viendo minada su viabilidad (política, económica y energetica) y su legitimidad. El imperio romano declino a partir de las campañas y contradicciones del emperador filosofo Marco Aurelio, aunque tardo doscientos años en verse invadida Roma por los bárbaros. La sensación de caída del modelo occidental es generalizando tanto desde el punto de vista ambiental, como psicológico, y de legitimidad de las “democracias de mercado” como gestoras del planeta.
Pero
tan natural como las contradicciones y la caída de los modelos culturales, es
el renacimiento desde las bases. La filosofía estoica de Marco Aurelio, sirvió
de base para calentar los motores del renacimiento en las ciudades estado
italianas donde la ciudadanía era una condición revolucionaria en el contexto
de los viejos señoríos. Creo que algunos de los principios que alumbraron las
revoluciones que dieron arranque a la edad contemporánea, aun pueden servir de
inspiración para hacer renacer la modernidad de las cenizas de su negligencia.
Los
lemas que enarbolaron la revolución francesa merecen al caso una reflexión.
Diría yo que la libertad se convirtió paulatinamente en el valor predominante
primero, y finalmente en el único. Ha dado de si varios hijos: liberalismo
(derecha), libertarismo (izquierda radical), libertinajes (todos)… la igualdad
fue quedando sometida a una cuestión de justicia, y la justicia a una cuestión
de derecho, y el derecho a un asunto de sacerdotes que desde el legislativo o
desde el judicial ejercen nuevas formas de señorío.
¿Somos
iguales los Españoles? ¿somos iguales los europeos? ¿somos iguales los
humanos?. Ignominiosa pregunta la de la igualdad. La modernidad solo ha hecho
por aumentar las desigualdades, bajo la escusa de los derechos universales que
vociferaban en los templos de las Naciones Unidas y los congresos de partido.
Hace poco leia el lema de una campaña de publicidad de una ong que decía: “sin
igualdad no hay libertad”. Recuperar la
igualdad significa necesariamente ponerle coto al capitalismo. Hasta aquí la mayoría estaríamos de acuerdo,
mayoría que no esta representada en estos términos en ningún parlamento
Pero
la enjundia de la declaraciones fundadoras de la modernidad esta incompleta
incluso con el lema de la igualdad. Porque la auténticamente ausente es la
fraternidad: sin fraternidad, el objetivo de la igualdad queda lo suficientemente vacío de contenido
como para supeditarse a la libertad.
Es
pues la fraternidad el valor nuclear de un posible renacimiento, sin embargo su
mandato parece más propio de una Religión que de un Estado, maxime si tenemos
en cuenta el modo en que ambos conceptos se han opuesto a lo largo del camino de
los últimos siglos. La conclusión que
propongo es doble: sin fraternidad no habrá una reconstrucción o renacimiento
de la cultura occidental en sus mejores valores, pero sin Religión no hay
Estado viable. Más sin libertad la religión
se convierte en dogma. Así se cierra el
ciclo, pero desde la fraternidad como núcleo reconstituyente.
Esta
es precisamente una de las características de todo renacimiento: el humanismo;
sea el humanismo cristiano en occidente, el humanismo confuciano-tao en el
cosmos sínico. La humanidad
deshumanizada necesita fraternidad para renacer de sus cenizas.
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